No debe haber Pacto Verde sin un pacto social

por el Grupo de Trabajadores del CESE

El 26 de febrero, por segunda vez en pocas semanas, los agricultores y sus tractores bloquearon a modo de protesta las calles de Bruselas. En marcado contraste con el desfile habitual de personas trajeadas y con corte de pelo impecable, las calles del barrio europeo fueron tomadas por camiones, tractores, balas de heno y pilas de neumáticos en llamas. Las complejas razones de la protesta de los agricultores van desde la PAC y las políticas medioambientales hasta otras cuestiones en absoluto relacionadas con lo anterior.

La verdad es que el campo europeo lleva inmerso en una difícil situación desde hace mucho tiempo. El Grupo de Trabajadores y el CESE en su conjunto han advertido en repetidas ocasiones de que no debe haber Pacto Verde sin un pacto social. Sería un grave error caer en la tentación de menospreciar esta idea como un nuevo subproducto de la jerga de Bruselas. El campo se enfrenta a verdaderos problemas, entre otros, intermediarios que pagan cantidades irrisorias a los productores pero cobran precios abusivos a los consumidores, ayudas insuficientes para emprender reformas medioambientales, un sistema de libre comercio injusto, unas condiciones de trabajo duras y las consecuencias del cambio climático.

La respuesta de la Comisión Europea, que se apresuró en abandonar los requisitos sobre plaguicidas, es aún más preocupante que la ausencia de un proceso adecuado de consulta y diálogo con los interlocutores sociales y la inacción en materia de política social. Al igual que ocurre con las medidas medioambientales, el abandono de estos requisitos puede hacer ganar algo de tiempo a nuestros políticos, pero también nos conducirá a una situación irreversible en términos de daños medioambientales.

Por si esto fuera poco, ante la proximidad de las elecciones, la extrema derecha intenta sacar provecho del descontento y, hasta cierto punto, está logrando dirigir la protesta contra los ODS, el Pacto Verde y la Agenda 2030.