CESE Info: Jaroslaw Pietras, ¿qué piensa usted del mercado energético de la UE en este momento y cuáles son las perspectivas para el futuro?

Jaroslaw Pietras: El tope a los precios del gas acordado por los ministros de Energía de la UE está muy por encima del nivel actual. La apertura de los mercados de la energía en los primeros días de 2023 no fue ni sorprendente ni dramática. Los precios del gas y del petróleo siguen bajando, pero a un ritmo más lento. El nivel de precios actual es comparable al que existía justo antes de la agresión rusa contra Ucrania. El consumo de gas de la UE se ha reducido en más de un 20 % sin que haya habido repercusiones críticas para las necesidades de producción ni de calefacción. Por supuesto, los consumidores de todos los Estados miembros han tenido que afrontar unos costes energéticos elevados, pero no se han visto expuestos a un frío extremo. El suministro de gas a los hogares no se ha visto interrumpido. A principios de este nuevo año, las instalaciones europeas de almacenamiento de gas se encuentran a más del 80 % de su capacidad, lo que representa un porcentaje muy bueno en comparación con la media de los cinco inviernos anteriores. 

Los países europeos han dado la espalda a Rusia para abastecerse de gas, que ahora obtienen principalmente de otras fuentes. Entre ellas figuran las importaciones de GNL, que en 2022 fueron un 58 % más elevadas que en 2021. Como señaló el Financial Times (7 de enero de 2023), «el GNL importado por la UE el año pasado equivale a 137 000 millones de metros cúbicos de gas natural, una cantidad cercana a los aproximadamente 140 000 millones que la UE recibió de Rusia en 2021 a través de gasoductos». Esto significa que la UE ha reducido significativamente su dependencia de los suministros energéticos rusos.

Todas estas noticias son buenas, pero hay que ser cautelosos: la crisis energética aún no ha terminado. Las tendencias citadas no habrían sido posibles si las condiciones meteorológicas en Europa hubieran sido más complicadas y las bajas temperaturas hubiesen fomentado un mayor uso de la calefacción. Además, algunos procesos industriales intensivos en energía no se han restablecido plenamente. La estricta política de China contra la COVID-19 ha limitado el crecimiento y la demanda de energía, lo que ha reducido la demanda mundial de energía. Estas circunstancias escapan al control de Europa y pueden no repetirse. Por tanto, los mercados energéticos de la UE siguen estando amenazados y, en función de cómo evolucione la situación, podrían venir tiempos difíciles.

No todos los Estados miembros se ven igualmente afectados por unos precios extremos del gas. Sin embargo, dado que el mercado interior de la UE ya está bastante interconectado, las perturbaciones de los precios han afectado a todas las formas de energía y a todas las poblaciones. Incluso antes de la invasión, Rusia influía en los precios del gas en Europa. En aquel entonces, los intentos de reducir la dependencia de los suministros rusos encontraron una fuerte oposición. El seísmo se produjo cuando se perturbaron deliberadamente los flujos de gas procedentes de Rusia. A mediados del verano de 2022, el precio del gas alcanzó un máximo de más de 350 EUR por megavatio hora en el mercado al contado. Un precio tan elevado repercutió inmediatamente en los costes de otras fuentes de energía, en particular la electricidad, lo que afectó a millones de consumidores. 

En aquel momento, los Estados miembros de la UE hicieron enormes esfuerzos para llenar sus instalaciones de almacenamiento de gas al nivel requerido por la UE. Por entonces, los precios del gas eran hasta siete veces más altos que antes de la guerra. Este coste es inasumible a largo plazo, por lo que los ministros de Energía de la UE debatieron medidas para limitar el aumento incontrolado de los precios de la energía por encima de un nivel soportable. La Unión y sus Estados miembros actuaron conjuntamente de manera sensata y aplicaron varias medidas para estabilizar los mercados de la energía, como plantear topes a los precios, agrupar las compras, imponer obligaciones de almacenamiento y suministros solidarios, y muchas más.

Dado que las perspectivas para lo que queda de temporada de calefacción no parecen excesivamente preocupantes, la UE debería empezar a pensar en el próximo invierno y en su capacidad para afrontar posibles dificultades futuras. La importación de gas requiere unas infraestructuras físicas que no pueden cambiarse de la noche a la mañana. Europa solo está conectada a través de gasoductos con algunos exportadores, y los cambios en las fuentes de suministro requieren nuevas terminales. Esto lleva tiempo, pero debe hacerse con rapidez recurriendo a terminales flotantes como las del puerto alemán de Wilhelmshaven.

En resumen, el riesgo de un problema de gas acuciante es mucho menor. Se está obteniendo gas de numerosas fuentes alternativas, se están instalando nuevas fuentes de energía renovables a un ritmo acelerado y se está impulsando seriamente la eficiencia y el ahorro energéticos. Todo ello reduce la volatilidad del suministro energético y, por tanto, reduce el coste del gas. Permite diversificar las fuentes de energía y evita las perturbaciones causadas por la suspensión repentina del suministro de una única fuente. 

Sin embargo, los mercados de la energía siguen siendo muy vulnerables a perturbaciones del suministro. En ese caso, el precio del gas podría aumentar significativamente para ajustar la demanda a una oferta limitada. Por lo tanto, los ministros de Energía hicieron bien en debatir y acordar un tope a los precios del gas, aunque fuese a un nivel relativamente elevado de 180 EUR por megavatio hora y sobre la base del mercado al contado de gas TTF, altamente volátil. Es como una válvula de seguridad, que resulta necesaria en situaciones extremas pero es mejor no tener que usar.